Con una temática inmersiva, el título diseñado por Carmen G. Jiménez combina las mecánicas más modernas para crear una experiencia lúdica de primer nivel.

Jerusalén, primavera del año 33. Una multitud se congrega en las puertas de la ciudad para dar la bienvenida a Jesús de Nazaret, que se dispone a celebrar la Pascua con sus apóstoles y seguidores. Con un mensaje revolucionario, ha cosechado partidarios por doquier, pero también miradas de recelo entre las autoridades religiosas. Pronto se celebrará la Última Cena y se sellará el destino de uno de los personajes más influyentes de la historia de la humanidad.

En Ierusalem Anno Domini, cada jugador representa a una de las comunidades de seguidores de Jesús de Nazaret que, venidos hasta Jerusalén desde ciudades y aldeas cercanas, quieren aproximarse hasta el lugar de la Última Cena y colocarse lo más cerca posible de los asientos de Jesús y sus apóstoles. A lo largo de la partida los jugadores gestionarán recursos, harán favores o acumularán parábolas.

El objetivo del juego es sumar puntos gracias a los seguidores: cuanto más cerca estén de los apóstoles y del propio Jesús, mayor número de puntos de victoria proporcionarán al final de la partida (excepto los que estén cerca de Judas, que por el contrario restarán puntos). También suman puntos las losetas de parábola que hayamos acumulado o las fichas de ofrenda.

Los componentes

El tablero central de Ierusalem, Anno Domini está dividido en varias zonas de juego. A la izquierda se muestran distintas ubicaciones: el mercado, el desierto, el monte, el lago y el templo. En el mercado podremos conseguir cartas, que mejorarán nuestra mano pudiendo hacer más acciones. En el desierto, el monte y el lago podremos colocar a nuestros seguidores para conseguir piedras, panes y peces. Y en el templo podrás usar los denarios para visitar cualquier localización.

En el centro del tablero encontramos el comedor donde se celebra la Última Cena. Jesús se encuentra en medio y a su alrededor se irán sentando los apóstoles, que al principio de la partida aguardan en una sala lateral. A lo largo de la partida, los jugadores distribuirán a los 12 apóstoles y a sus propios seguidores para tratar de sumar el máximo de puntos de victoria posibles, además de obtener el beneficio del lugar sobre el que colocan un seguidor. Debajo del comedor, hay el marcador de los favores con las cartas del Año 33, las más poderosas del juego. En la parte inferior hay las 7 parábolas, que se pueden obtener a lo largo de la partida para sumar puntos adicionales en la fase final. Por último, en el margen derecho, hay el marcador del Sanedrín, que desbloquea recompensas a medida que avanza y marca el final de la partida cuando llega a la última casilla.

Además del tablero central, en Ierusalem, Anno Domini, los jugadores cuentan con un tablero personal en el que irán jugando las cartas de su mano, acumularán parábolas y gestionarán recursos y seguidores. Gestionar bien el almacén, en la parte derecha, es vital, pues comparten espacio los distintos recursos, los peones de los seguidores y las fichas de ofrenda.

La partida

Una partida a Ierusalem. Anno Domini se divide en varios turnos en los que los jugadores alternan un conjunto de acciones. La primera acción que llevan a cabo consiste en jugar una carta de la mano que colocan en uno de los tres espacios de su tablero personal. A continuación la carta se resuelve en dos pasos: llevando a cabo la acción de la ubicación que muestra la carta y resolviendo las acciones de seguidor que se muestren en la parte inferior. Entre las acciones disponibles, los jugadores podrán escuchar parábolas, ir a la cena, cambiar de sitio, hacer un favor, obtener denarios, entre otras.

A medida que avance la partida y consigan mejores cartas, se ampliarán las posibilidades. Tras jugar la carta los jugadores podrán activar la acción opcional ‘Visitar un apóstol’ siempre que la secuencia de sus cartas en el tablero personal coincida con la requerida en el espacio de la Última Cena. Gracias a esta acción podremos situar a los 12 apóstoles alrededor de Jesús y obtener su preciado agradecimiento que se traduce en puntos de victoria. Finalmente, los jugadores podrán comprar una carta en el mercado (o Mahane) y reponer su mano para el próximo turno.

Los turnos se irán sucediendo mientras la paciencia del Sanedrín se agota. Cuando esto ocurre, simbolizado por una ficha que se va desplazando por el marcador de la parte derecha del tablero central, se desencadena el final de partida. En este punto se resolverá una última fase de puntuación y se determinará al ganador.

Ierusalem. Anno Domini adapta algunas reglas en partidas para dos jugadores, que garantizan que se pueda vivir una gran experiencia de juego. Así mismo, cuenta con un modo solitario desafiante en el que el jugador se enfrenta a Barrabás.

Una experiencia inmersiva

El juego cuenta con un apartado gráfico evocador que combina el estilo realista del

vallisoletano Enrique Corominas y del nigeriano L.A. Draws con la iconografía de inspiración románica medieval a cargo de David Esbrí que lo dotan de una gran personalidad. Junto con algunas de las mecánicas más innovadoras de los juegos de mesa modernos, Ierusalem Anno Domini se presenta como un reto al alcance de jugadores más experimentados, pero también como una propuesta apta para todos los públicos.

Devir es reconocida internacionalmente por el carácter innovador de las temáticas que

presentan sus juegos (el Réquiem de Mozart en Lacrimosa es ejemplo de ello). El caso de ambientar un juego de mesa en la Última Cena es considerado por la crítica como una elección verdaderamente audaz.

Ierusalem. Anno Domini es la ópera prima de Carmen G. Jiménez, licenciada en Teología en la Facultad de Granada. Su relación con los juegos de mesa modernos se remonta a 2015, cuando se apuntó a la asociación onubense Mentes Hexagonadas y descubrió un mundo apasionante. Tras largas partidas a Los pilares de la Tierra, 7 Wonders, Mombasa, Gran Austria Hotel o Trajano, empezó a dar vueltas a la idea de crear un juego centrado en la vida de Jesús y en el episodio de la Última Cena. “Me apetecía contar su historia de un modo distinto a como se le conoce habitualmente”, explica. Con un montón de partidas a las espaldas, empezó a dar vueltas a distintas mecánicas, decidió que debía incorporar cartas y evitar los dados y tenía claro que debía ser un juego en caja grande. Durante la pandemia dio forma a la idea y tras múltiples pruebas y ajustes, presentó el juego en un concurso de prototipos de la feria Meeple Factory de Granada y ganó el primer premio. Gracias a ese empuje, un mes más tarde presentó el prototipo en el Festival DAU de Barcelona, donde llamó la atención del editor de Devir, David Esbrí. El resto, ya es historia.